Desahogo

A veces simplemente sucede, te despiertas una mañana, arropado entre tus sabanas revueltas y lo ves todo claro, lo ves tan claro que deseas no volver a tener que salir de la cama, pero pasan los minutos y el despertador no para de gritarte al oído que ha llegado la hora de enfrentar la realidad. Y te levantas, sin prisa, como si quisieras que llegara la noche antes de terminar de levantarte.
Un gran esfuerzo, ¿no?, al final lo has conseguido y emprendes tu rutina diaria, esa maldita rutina diaria que te ahoga y te impide llenar tus pulmones con fuerza y con ganas. Te fijas metas, sueños, pero el mundo es de unos pocos privilegiados, por desgracia nunca encajaste ahí.
Miras tu vida, te paras a fumar un cigarrito y a analizarlo todo, piensas, meditas y recorres pasado y presente, apostaste a un caballo equivocado, de hecho en la carrera ni siquiera había caballos, eran leones que hicieron pedazos tu caballo y se rieron de tu equivocación.
Hoy, exactamente hoy en concreto, no quiero saber nada del mundo. Me siento engañada, quizá todo sea mentira, quizá no, quizá simplemente el resto juega a algo que a mí no me gusta y por eso siento que me engañan y se ríen de mí. Hoy no quiero comprender el mundo, no quiero comprender a nadie, me cansan las mentiras, me agobia la realidad, me pierde la inseguridad. Ya no quiero jugar más a ese estúpido juego.
Quiero marcharme lejos, donde aún existen las risas sinceras, las palabras sinceras, las miradas sinceras. Hoy estoy harta de sentirme la tonta de la película. Yo no soy ninguna pelotuda...